Redacción
El yoga ayuda a equilibrar y tonificar los músculos y el tejido conectivo en todas las partes del cuerpo. También tiene efectos beneficiosos sobre el sistema nervioso, conduce a una relajación profunda, es un potente reductor de la tensión y una técnica de relajación eficaz. Incluso si la gente comienza la práctica del yoga con sólo metas físicas, tales como pérdida de peso o articulaciones flexibles, por lo general también logran más tranquilidad y más equilibrio emocional.
Una investigación de la Universidad de Rochester, en Nueva York, publicado en 2013, sugiere que dos clases de yoga semanales pueden conducir a mejoras significativas en la calidad y duración del sueño, sobre todo en quienes hayan superado algún tipo de cáncer. Aunque la investigación se centró principalmente en mujeres que habían sido tratadas por cáncer de mama, los investigadores informaron que entre el 30 y el 90 por ciento de los sobrevivientes de cáncer informaron previamente algún tipo de problema de sueño que puede ser debido a la ansiedad sobre el diagnóstico, los problemas de salud relacionados, o efectos secundarios por el tratamiento.
Para su estudio, el equipo de Rochester reclutó 410 personas con un historial de cáncer a partir de 12 ciudades en los EE.UU. Los participantes tenían en promedio 54 años de edad. Casi todos eran mujeres, de las cuales tres cuartas partes habían sido diagnosticadas con cáncer de mama. Antes y después del estudio, los investigadores evaluaron la calidad del sueño de los participantes a través de un cuestionario y con los datos de un sensor incorporado en un reloj de pulsera para detectar en la noche cualquier tipo de movimiento.
La mitad de los participantes fueron asignados al azar para participar en un programa de yoga para los sobrevivientes de cáncer y recibir la atención estándar, mientras que la otra mitad recibió sólo tratamiento. Las sesiones de yoga se llevaron a cabo dos veces por semana durante 75 minutos y se incluyeron Gentle Hatha yoga (yoga suave), que se centra en posturas físicas, además de yoga restaurativo, que hace hincapié en la relajación, control de la respiración y meditación.
En general la calidad del sueño mejoró en ambos grupos, pero la mayor mejora en la calidad del sueño, disminución de la somnolencia diurna y aumento del tiempo efectivamente dedicado para dormir ocurrió entre aquellos que practicaron yoga. Aún más, este grupo fue capaz de reducir el uso de medicamentos para dormir en un 21 por ciento por semana, en promedio, mientras que los del grupo control aumentaron su uso de medicamentos para dormir por el cinco por ciento por semana.
Al comentar este estudio, el doctor Donald Abrams, oncólogo de la Universidad de California y médico del Centro Osher de Medicina Integral de San Francisco, dijo que los datos de los ensayos clínicos dejaron "bastante claro que el yoga mejora la calidad de vida de pacientes con cáncer de mama, y este estudio lo confirma". Además señaló, en una entrevista publicada en Reuters Salud, que a menudo recomienda practicar yoga a sus pacientes con cáncer. "La gente puede hacerlo en casa, o pueden tomar una clase. El costo no es enorme, y sin duda es mejor que tomar pastillas para dormir".
Por otra parte, un equipo liderado por el doctor Lorenzo Cohen, director del programa de Medicina Integrativa del MD Anderson (Houston, EE.UU.), constató los beneficios de de la práctica del yoga en un grupo de 191 mujeres con cáncer mamario, demostrando que el trabajo a nivel corporal y mental supera a cualquier a otra forma de ejercicios.
En el estudio de referencia, las pacientes fueron divididas en tres grupos aleatoriamente. En uno practicaron yoga, en otro hicieron una tabla de estiramientos y en un tercero no se les dio instrucción alguna, ni yoga ni estiramientos. Aquellas que integraron los dos primeros grupos tuvieron que concurrir tres días a la semana durante seis semanas, período en el que se les aplicó también radioterapia.
Se realizó una encuesta a todas las participantes, como también se les tomó muestras de saliva y tuvieron que hacer al comienzo un electrocardiograma, que repitieron al concluir el tratamiento y luego a los tres y seis meses de haber finalizado la terapia.
De este modo, se comprobó que quienes habían practicado yoga experimentaron una disminución de niveles de cortisol en saliva, lo cual indica un buen dato ya que el incremento de los niveles de esta hormona asociada al estrés está vinculado a peores indicadores en el cáncer mamario. Y esta mejoría de los análisis se extendió hasta seis meses después en aquellas pacientes del grupo de yoga, quienes expusieron un mejor estado salud en aspectos generales, así como un mejor rendimiento en las actividades diarias. Al mismo tiempo, y como dato particularmente importante, fueron más predispuestas a descubrir un significado a su enfermedad con respecto al resto.
Como se sabe en ámbitos interesados en la integración de la salud tanto a nivel corporal como mental, los principales centros que hacen clínica e investigación sobre este tema están en Estados Unidos y entre los diversos grupos en los que se divide esta disciplina está el de medicina cuerpo-mente donde se estudia el yoga. Hasta hace unos pocos años existía una evidencia poco relevante sobre el yoga, pero en 2010, en el Congreso Americano de Oncología (ASCO), el doctor Cohen presentó la primera investigación con amplia base de estudio, realizada con cuatrocientas pacientes con cáncer de mama, donde se comprobó que el yoga mejoraba la calidad del sueño, reducía el cansancio y la ansiedad y bajaba la ingesta de medicación.